20 abr 2010

EL HELADO JUSTICIERO

El tìtulo de este posteo puede resultar llamativo y claramente dirigido pero la verdad es que hay veces en que una banda o un artista alcanza grados de popularidad por medios que no estàn convencializados para ese fin. La publicidad comercial de algùn producto de consumo masivo ha sido esa vìa en varias oportunidades. En nuestro rock sobran los ejemplos pero iremos de manera directa a la historia que nos convoca. Corrìa la primera etapa de los noventa y uno podìa oir una melodìa pegadiza interpretada por algùn incògnito mientras chicas y chicos corrìan por la playa en trajes de baño (que hoy resultan hasta ridìculos). "Toda la noche hasta que salga el sol tomando un helado de Frigor...Sin Parar" ¿Se acuerdan?. Aquella publicidad dejò en el inconsciente colectivo de nuestro paìs esos fraseos que habìan nacido una dècada atràs. La banda se llamaba Orions y tenìa una prehistoria no menos rica en calidad: Orions Betthoven.

Orions Betthoven
La banda de los hermanos Adrian y Ronan Bar habìa nacido a finales de la dècada de los 60`s. Justo en el momento en que nuestra cultura roquera se movìa entre el momento de la gènesis y el crecimiento hacia la dominaciòn histriònica de los instrumentos. Con su formaciòn original (que completaba Josè Luis Gonzales detràs de los parches) tuvieron una importante participaciòn en los primeros circuitos roqueros del paìs y grabaron dos discos: "Superangel" (1973) y "Tercer Milenio" (1977). Esos discos no alcanzaron difusiòn masiva aunque platearon una forma de encarar la obra bastante arriesgada para aquellos años. Escucharlos hoy puede servir de ejmplo para comparar por un lado la diferencia que el trìo marcaba con los demàs grupos de la escena local y, por otro, còmo esa diferencia escondìa una apuesta por la experimentaciòn basada en las corrienes sinfònicas que provenìan del blues y la psicodelìa del paìs del norte. Algunas dificultades hicieron que Jorge Liechtenstein reemplazarà a Gonzales durante la època de "Superangel" aunque el baterista original retornarìa para la gabaciòn del segundo trabajo de la banda, aparecido en 1977, en el que ya se contaba con la presencia de Petty Guelache en los micròfonos.

Orions

La segunda etapa de esta banda nace iniciada la dècada de los ochenta. No hay una separaciòn conflictiva, de hecho no hay una separaciòn. Pero la suma de nuevos actores y una apuesta màs acomodada a la època que deja de lado las estridencias musicales de los virtuosos 70`s, hacen que el grupo modifique el trabajo compositivo y el nombre. Orions incorpora a Alberto Varak como voz principal y a Horacio Vàrvaro en los teclados. La mùsica se vuelve màs ligada al rock clàsico, con matices pop y una mayor presencia de lo lìrico en los formatos. En 1982 graban "Volando alto" que tiene entre sus temas el clàsico que, años despuès, se transformarìa en hit publicitario ("Toda la noche hasta que salga el sol").
En 1983, Josè Luis Gonzales muere en un accidente automovilìstico y su lugar es ocupado por un breve lapso de tiempo por Cacho D`Arias. Como sucede en estos casos, la banda no puede sobreponerse a la desapariciòn fìsica de uno de sus fundadores y finalmente termina por dislverse. Antes de eso, un disco mucho màs crudo ve la luz. "Asfalto Caliente" (1983) marca, desde su tìtulo el estado de la banda y no logra repetir la aceptaciòn masiva del anterior trabajo.

A lo mejor, la historia oficial no ha sido suficientemente justa con esta banda. No ha tomado demasiado en cuenta el trabajo de los hermanos Bar y sus compañeros. Esta banda tiene entre su anecdotario el haber particpado de todas las ediciones del Festival màs emblemàtico de nuestra historia: B.A.Rock. De hecho, es la ùnica banda que posee asistencia perfecta. Sus actuaciones estàn inmoralizadas en las dos pelìculas que retratan aquellas experiencias y su mùsica suena en cada uno de los argentinos que en algùn momento se fue a comprar una tacita de Sin Parar de paso por algùn kiosco. En fin, esto ha sido una pequeña menciòn a un grupo que entre el 69 y el 83 ha caminado en los que quizàs sean las etapas fundamentales en la construcciòn de un gènero, los tiempos en donde la apuesta se basa en nacer y mantenerse a pesar de los vientos que soplan a contramano.

7 abr 2010

¿ES SÓLO UNA CUESTIÓN DE ACTITUD?

Algunos debates interesantes se han diseminado en torno a algunos discos editados recientemente. El esperado regreso de Divididos a los estudios fue motivo de numerosas críticas fundadas sólo en el pensamiento mágico que indicaba que el trío más potente del rock argentino debía revolucionar la escena a partir de una propuesta novedosa que debía partir de un trabajo de ocho años en silencio. El regreso del Paez clásico despertó a los obsecuentes de la renovación permanente y fue causa suficiente para desacreditar un disco que vuelve a poner a Fito como un referente obligado de una forma de encarar el trabajo compositivo. Si esto fuera cierto, debemos estar en condiciones de desacreditar a Calamaro, a Charly, a Spinetta, a Leòn Gieco y a tantos otros que, amparados en un estilo particular que los hace únicos caminan sobre los resortes en los que ellos mismos han impuestos los márgenes. Es decir, su estilo.
Divididos no tenía la obligación de modificar su estilo. Los años en silencio no obligan a un músico o a una banda a cambiar su forma de pararse ante la compocisión y la ejecución de sus obras. Divididos vuelve a pararse en la vereda de lo crudo, de la potencia y de las jerarquías individuales combinadas. Amapola del 66 es un gran trabajo que actualiza el lugar que el trío ocupa en la escena argentina. A su vez, es un disco que a lo largo de sus trece pistas experimenta avances compositivos (en lo lírico y en lo musical) funkea, roquea y vuelve a coquetear con la música tradicional argentina. Combo clásico, con matices novedosos. ¿Esta mal?. Exigir a un grupo que modifique su actitud y su estilo disco a disco, año a año es trabajar con la misma lógica que aquellos que denuncian "transas" cada vez que una banda adquiere notoriedad o realiza una modificación en su relación con su propia obra.
El regreso de Fito Paez corre la misma suerte. Aunque a Fito se lo maltrata más. Fue duramente criticado en su incursión al cine, despertó críticas feroces en su revisión acústica del cancionero roquero argentino (Moda y Pueblo), cientos de detractores se quejaron de la canción excesiva de "El mundo cabe en una canción", ni hablar de su sólo piano "Rodolfo". La frase que indica que Paez se repite desde "El amor después del amor" se ha convertido en una falsa verdad absoluta que se repite una y otra vez. La realidad es un poco más compleja y la progresión en la búsqueda que el artista trabaja a lo largo de su propio trabajo no puede desconocerse. Salvo que las escuchas se centren en lo básico y no tengan en cuenta los matices que van dando identidad propia a cada trabajo. El 90% de los artistas lucha años intentando encontrar su propia identidad, buscando aquellos matices que le permita perpetuarse en el inconciente colectivo con un sonido propio. Cuando lo encuentra, en eso se asienta su propia identidad como artista.
En fin, son sólo algunas puntas para el debate. El problema no es aquí si los músicos se repiten o no. La discusión debería centrarse en un análisis que tenga en cuenta las trayectorias, las coyunturas y los paisajes históricos sobre los que los músicos conmueven a la sociedad.