30 sept 2010

PIN, EL VIOLÍN REBELDE

Pernoctar y adentrase en el mundo virtual puede tener resultados varios. Cuando ví que Correa hablaba ya con tranquilidad tranquilizadora, apague la caja y me fui a dar una vuelta por el epacio de videos de mi amigo (del alma virtual) Freddy. Ahí de entrada, me topé con Aljandro Median y su banda haciendo el excelente tema "Un Ángel". Ahí esta Jorge Pinchevsky tocando el violín. Tocando, es una forma de decir.
Pin es rosarino (otro), capaz que es un dato que a muchos se nos pasa porque el lugar que naturalizamos cuando hablamos de él es La Plata. Ahí, su violín mágico hizo historia. Todas las posturas ante la vida, deberían ser valoradas por el simple hecho del respeto, pasa que hay algunas que resaltan por sobre el resto. Pinchevsky estaba predesetinado a ser un concertista clásico. Desde los cinco años descocía violines y eso lo llevó a tocar en los más renombrados cuerpos estables de la ciudad. Estuvo 5 años en la Orquesta Sinfónica de La Plata, 2 años en la Orquesta de la Municipalidad y 3 años en la Orquesta de Cámara de la Universidad. Pero cuando la electricidad se cruzó por su camino, supo comprender el guiño del destino. Y se convirtió en ese tipo que tanto nos cautivó.
Se definía como un "traidor a la música clásica", aunque en realidad fue uno de los primeros que apostó a readecuarla a un sónido más terrenal. Capaz que la frase que mejor identifica lo que Pin significó para el resto del país, salió de su propia boca: "Me tocó ser el representante de los músicos clásicos a los cuales les gustaba tocar progresiva pero no podían hacerlo porque se les habría coagulado la sangre del miedo". Se bancó el miedo y se convirtió en el violín más recordado de la cultura rock vernácula. Tanto así, que avanzar más allá de su nombre suele ser tarea complicada si intentásemos enumerar violines roqueros en nuestras pampas.
Su curriculum advierte más de treinta discos editados (entre propios y participaciones), algunos de ellos, obras fundamentales de nuestra música popular y una etapa alrededor del mundo en donde su selló arrasó las fronteras territoriales casi con la misma intensidad con que había destrozado las artísticas. Fue uno de los primeros hippies en aquellas comunidades que florecían en La Plata y El Bolsón. La dificil situación del país lo eyectó a tierras francesas e inglesas y allí, luego de experimentar los años duros de vivir "a la gorra" y dormir en la calle, se codeó con los más renombrados nombres del rock mundial. Formó sus bandas, grabó sus discos y emprendío lentamente un regreso al país que se iba a concretar finalmente a comienzos de los noventa.
Siguió enamorando con su música y su simpleza hasta que un infausto accidente en bicicleta puso punto final a la magia, una tarde del año 2003, mientras naufragaba olvidado por la mayoría de aquellos que siempre dijeron adorarlo.
Jorge Pinchevsky, "Pin" como lo llamaban sus amigos. Un tipo que supo hallar la forma de romper moldes y estructuras cuando el simple hecho de intentarlo podían traer aparejado consecuencias atroces.


19 sept 2010

EL FIN DE LA INOCENCIA...35 años de Adiós Sui Generis.

Hubo un momento en la historia de la Argentina en la que ser joven remitía, irremediablemente, a una sensación de peligro permanente. Alejados del mundo que proponían los adultos, cientos de jóvenes empezaron a buscar estrategias que les permitiesen sentirse parte de un colectivo que los representara de manera más íntegra. A la par de una explosión de participación política sin precedentes en la juventud argentina, un movimiento de asentamiento más universal buscaba asentarse en la cultura nacional haciendo hincapié en una apuesta estética que encontraba en la música su principal referencia. Pero, los climas se oscurecían y todo lo que no terminaba de nacer parecía destinado a comenzar a hundirse en el barro de la historia. Si hubo un acontecimiento que definitivamente sentó las estructuras para que eso no sucediese, ese fenómeno se llamó, significativamente, Sui Generis.

El poeta y su época. Metástasis perfecta entre yo y el nosotros de la historia. Charlie García concentrará en cada una de sus emociones el sentir de una generación que no encontraba, hasta el momento, representaciones masivas y populares que los hiciera sentir parte de una identidad compartida. Desde los desaires amorosos a la crítica social más profunda, la prosa del prodigioso compositor rompía con los moldes de lo que hasta entonces se consideraba como música progresiva nacional. Su direccionalidad y postura acústica fueron un problema sólo en un principio, porque la apuesta a la maduración permanente fue lo que tal vez los ubica hoy en categoría mitológica.

Cuando todo era nada y Jorge Álvarez (el reconocido editorialista reconvertido en productor discográfico) decidió abrir las puertas de su estudio a los dos flacos de canciones melosas, pocos imaginaron lo que en aquella sala se estaba gestando. Fue “Vida”(1972) el despegue de una acelerada carrera a la masividad, que se continúo con el sonido más pulido “Confesiones de Invierno” (1973) y encontró el pico más alto de inspiración en “Pequeñas anécdotas sobre las Instituciones” que ya en 1974 comenzaba a ser víctima de la dictadura del lápiz rojo y las tijeras desafortunadas. La inocencia que se mezcla con lo promiscuo y las melodías simples que vociferan espasmos emocionales eclipsaron a aquel conjunto social que encontraba un lugar en el que a todos les pasaba lo mismo y eso que les pasaba, se escuchaba desde el winco.

Hace 35 años Sui Generis juntaba 36 mil personas en su recital de despedida. Aquello fue el afianzamiento definitivo del rock argentino en la cultura popular. Disco doble en vivo (con el correr del tiempo aparecería una tercera parte) y registro cinematográfico (se estrenó en 1976 y la dictadura la prohibió para menores de 18 años). La fórmula era perfecta, pero nadie por fuera del circuito clásico de los roqueros de entonces había tomado nota que aquellos jóvenes que parecían inofensivos estaban marcando a fuego la cultura argentina. Aquellos espectáculos en el Luna Park sirvieron para marcar el terreno, “pero más allá de eso, el doble recital se convirtió en un hito de un valor fundamental para la música de rock. Que eso es cierto no lo demuestran las alabanzas sino el tratamiento que le dio la prensa general a un acontecimiento que sistemáticamente se resistieron a comprender.”1

Cuando aquel dúo folk se había convertido en una banda de música progresiva que comenzaba a apuntar sus dardos contra el frágil sistema institucional que apremiaba a la Argentina decidió separarse, aquella generación que se había redescubierto a partir de sus canciones comenzaba a transitar la noche más oscura de sus vidas. La vida y la muerte esperaban en cada esquina y el reencuentro con cada estrofa remitía a aquel tiempo que había sido hermoso. La libertad se afianzaría como utopía y la verdad agacharía la cabeza por décadas. Charlie García empezaba a disfrazarse de sintetizador y Nito Mestre seguía apostando a la fórmula que lo había convertido en la voz que había incorporado a la mujer al mundillo roquero. Pasaron los años y aquella primera generación enamorada de Sui Generis, se reproduce con el paso de los años porque ser joven sigue siendo algo complicado, más allá de dictaduras y más allá de las democracias.

1 Revista Pelo. Septiembre de 1975.