19 sept 2010

EL FIN DE LA INOCENCIA...35 años de Adiós Sui Generis.

Hubo un momento en la historia de la Argentina en la que ser joven remitía, irremediablemente, a una sensación de peligro permanente. Alejados del mundo que proponían los adultos, cientos de jóvenes empezaron a buscar estrategias que les permitiesen sentirse parte de un colectivo que los representara de manera más íntegra. A la par de una explosión de participación política sin precedentes en la juventud argentina, un movimiento de asentamiento más universal buscaba asentarse en la cultura nacional haciendo hincapié en una apuesta estética que encontraba en la música su principal referencia. Pero, los climas se oscurecían y todo lo que no terminaba de nacer parecía destinado a comenzar a hundirse en el barro de la historia. Si hubo un acontecimiento que definitivamente sentó las estructuras para que eso no sucediese, ese fenómeno se llamó, significativamente, Sui Generis.

El poeta y su época. Metástasis perfecta entre yo y el nosotros de la historia. Charlie García concentrará en cada una de sus emociones el sentir de una generación que no encontraba, hasta el momento, representaciones masivas y populares que los hiciera sentir parte de una identidad compartida. Desde los desaires amorosos a la crítica social más profunda, la prosa del prodigioso compositor rompía con los moldes de lo que hasta entonces se consideraba como música progresiva nacional. Su direccionalidad y postura acústica fueron un problema sólo en un principio, porque la apuesta a la maduración permanente fue lo que tal vez los ubica hoy en categoría mitológica.

Cuando todo era nada y Jorge Álvarez (el reconocido editorialista reconvertido en productor discográfico) decidió abrir las puertas de su estudio a los dos flacos de canciones melosas, pocos imaginaron lo que en aquella sala se estaba gestando. Fue “Vida”(1972) el despegue de una acelerada carrera a la masividad, que se continúo con el sonido más pulido “Confesiones de Invierno” (1973) y encontró el pico más alto de inspiración en “Pequeñas anécdotas sobre las Instituciones” que ya en 1974 comenzaba a ser víctima de la dictadura del lápiz rojo y las tijeras desafortunadas. La inocencia que se mezcla con lo promiscuo y las melodías simples que vociferan espasmos emocionales eclipsaron a aquel conjunto social que encontraba un lugar en el que a todos les pasaba lo mismo y eso que les pasaba, se escuchaba desde el winco.

Hace 35 años Sui Generis juntaba 36 mil personas en su recital de despedida. Aquello fue el afianzamiento definitivo del rock argentino en la cultura popular. Disco doble en vivo (con el correr del tiempo aparecería una tercera parte) y registro cinematográfico (se estrenó en 1976 y la dictadura la prohibió para menores de 18 años). La fórmula era perfecta, pero nadie por fuera del circuito clásico de los roqueros de entonces había tomado nota que aquellos jóvenes que parecían inofensivos estaban marcando a fuego la cultura argentina. Aquellos espectáculos en el Luna Park sirvieron para marcar el terreno, “pero más allá de eso, el doble recital se convirtió en un hito de un valor fundamental para la música de rock. Que eso es cierto no lo demuestran las alabanzas sino el tratamiento que le dio la prensa general a un acontecimiento que sistemáticamente se resistieron a comprender.”1

Cuando aquel dúo folk se había convertido en una banda de música progresiva que comenzaba a apuntar sus dardos contra el frágil sistema institucional que apremiaba a la Argentina decidió separarse, aquella generación que se había redescubierto a partir de sus canciones comenzaba a transitar la noche más oscura de sus vidas. La vida y la muerte esperaban en cada esquina y el reencuentro con cada estrofa remitía a aquel tiempo que había sido hermoso. La libertad se afianzaría como utopía y la verdad agacharía la cabeza por décadas. Charlie García empezaba a disfrazarse de sintetizador y Nito Mestre seguía apostando a la fórmula que lo había convertido en la voz que había incorporado a la mujer al mundillo roquero. Pasaron los años y aquella primera generación enamorada de Sui Generis, se reproduce con el paso de los años porque ser joven sigue siendo algo complicado, más allá de dictaduras y más allá de las democracias.

1 Revista Pelo. Septiembre de 1975.

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