1 nov 2009

JUEVENTUD DIVINO TESORO!



Siempre empecinados en poner títulos, calificaciones, rótulos con marquesinas y colores, no hay cosa que moleste y seduzca más a quienes nos sentamos a escribir y hablar sobre música que encontrar a obras y artistas que no se enmarcan en los parámetros con que habitualmente categorizamos a primera escucha. Vale aclararlo a algunos nos seduce más de lo que nos incomoda, y a otros las sensaciones le suceden exactamente al revés. Pero ahí están, siempre aparecen. Para la suerte de algunos y la desgracia de los otros.
Juan Ravioli es uno de esos tipos que explotaron en los últimos años para deslumbrar a propios y extraños doblegando la apuesta por una forma de encarar el trabajo que va ganando lugar en la escena de la música nacional. Es cierto, sólo en parte. Todavía algunos hablan de "música de culto" y otros ya le dan el status de "sonido de época", quien esto escribe apoya esta segunda variable de análisis.

Cuando apareció el "Álbum para la Juventud Vol.1" este multi-instrumentista nacido en 1981 contaba ya en su curriculum con participaciones estelares en los momentos que habían logrado darle una bocanada de aire fresco a la escena local del nuevo siglo. Había fundado el trío París 1980 (con el que editó dos materiales de corta duración entre el 2002 y el 2003) y tras su disolución sus características artísticas lo llevaron a ser convocado para participar de proyectos de renombre como el trío Flopa-Manza-Minimal, formar parte de la banda estable que acompaña a Flopa y trabajar codo a codo con Lucas Martí, por nombrar tan sólo un par de experiencias.
Fue el 2006 el año del despegue definitivo de Ravioli. Se lanzó como solista a partir de un trabajo en el que logró plasmar toda su capacidad lírica y musical. Las doce canciones del "Álbum parala Juventud Vol.1"fueron trabajadas en la base de aquel proyecto llamado París 1980(estrictamente el álbum posee una especie de subtitulo con el nombre de la banda) y llevan a una escucha que encuentra claras connotaciones con una música de corte clásico setentista reinterpretado con el aporte de nuevos matices que enriquecen el trabajo desde la mirada actual (un rasgo que se ve en muchos de los artistas que dominan la escena a la que hacía referencia al comienzo de este posteo). El trabajo armónico asentado sobre melodías simples, las densidad de las letras trabajadas con un alto sentido lírico y la calidad en la ejecución instrumental llevan a quien se para del otro lado del disco a un estado de permanente movimiento pendular que parte de lo intimista y estalla en distorsiones estratégicamente ubicadas.
Ese disco, que estuvo producido por el sonidista de PEZ (Mauro Taranto) tuvo una excelente repercusión en la prensa "especializada" y rápidamente alcanzó las expectativas depositadas en él en materia de ventas.

Tres años después, Ravioli aparece con el segundo volumen de su álbum para la juventud. Una continuación de aquel trabajo, con un vuelco instalado en los puntos más álgidos de aquel trabajo del 2006. Canciones más cortas (otras más largas), arreglos armónicos más arriesgados, pero siempre acompañados de esos pasajes frescos en donde la melodía se posa frente al resto de los elementos para dar lugar a una escucha que atrapa para luego volver al juego que incomoda para seducir. Un trabajo que suma la participación de músicos de la talla de Carlos Cutaia y Fernando Kabusacki y que otra vez ubica al artista en la tropa de músicos que marcan este "sonido de época" con la participación de Ariel Minimal y Mariano Esaín (Manza, para los amigos).
Doce canciones que hacen esperar que la zaga no termine y que la apuesta por la juventud de Juan Ravioli nos mantenga expectantes hasta la aparición de algún volumen tres, con ese nombre o cualquier otro. Lo cierto es que todavía el volumen dos está calentito y hay que aprovechar el tiempo que tenemos para disfrutarlo. Hasta un nuevo desembarco en las bateas de un artista que promete y hasta ahora cumple.

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