7 abr 2010

¿ES SÓLO UNA CUESTIÓN DE ACTITUD?

Algunos debates interesantes se han diseminado en torno a algunos discos editados recientemente. El esperado regreso de Divididos a los estudios fue motivo de numerosas críticas fundadas sólo en el pensamiento mágico que indicaba que el trío más potente del rock argentino debía revolucionar la escena a partir de una propuesta novedosa que debía partir de un trabajo de ocho años en silencio. El regreso del Paez clásico despertó a los obsecuentes de la renovación permanente y fue causa suficiente para desacreditar un disco que vuelve a poner a Fito como un referente obligado de una forma de encarar el trabajo compositivo. Si esto fuera cierto, debemos estar en condiciones de desacreditar a Calamaro, a Charly, a Spinetta, a Leòn Gieco y a tantos otros que, amparados en un estilo particular que los hace únicos caminan sobre los resortes en los que ellos mismos han impuestos los márgenes. Es decir, su estilo.
Divididos no tenía la obligación de modificar su estilo. Los años en silencio no obligan a un músico o a una banda a cambiar su forma de pararse ante la compocisión y la ejecución de sus obras. Divididos vuelve a pararse en la vereda de lo crudo, de la potencia y de las jerarquías individuales combinadas. Amapola del 66 es un gran trabajo que actualiza el lugar que el trío ocupa en la escena argentina. A su vez, es un disco que a lo largo de sus trece pistas experimenta avances compositivos (en lo lírico y en lo musical) funkea, roquea y vuelve a coquetear con la música tradicional argentina. Combo clásico, con matices novedosos. ¿Esta mal?. Exigir a un grupo que modifique su actitud y su estilo disco a disco, año a año es trabajar con la misma lógica que aquellos que denuncian "transas" cada vez que una banda adquiere notoriedad o realiza una modificación en su relación con su propia obra.
El regreso de Fito Paez corre la misma suerte. Aunque a Fito se lo maltrata más. Fue duramente criticado en su incursión al cine, despertó críticas feroces en su revisión acústica del cancionero roquero argentino (Moda y Pueblo), cientos de detractores se quejaron de la canción excesiva de "El mundo cabe en una canción", ni hablar de su sólo piano "Rodolfo". La frase que indica que Paez se repite desde "El amor después del amor" se ha convertido en una falsa verdad absoluta que se repite una y otra vez. La realidad es un poco más compleja y la progresión en la búsqueda que el artista trabaja a lo largo de su propio trabajo no puede desconocerse. Salvo que las escuchas se centren en lo básico y no tengan en cuenta los matices que van dando identidad propia a cada trabajo. El 90% de los artistas lucha años intentando encontrar su propia identidad, buscando aquellos matices que le permita perpetuarse en el inconciente colectivo con un sonido propio. Cuando lo encuentra, en eso se asienta su propia identidad como artista.
En fin, son sólo algunas puntas para el debate. El problema no es aquí si los músicos se repiten o no. La discusión debería centrarse en un análisis que tenga en cuenta las trayectorias, las coyunturas y los paisajes históricos sobre los que los músicos conmueven a la sociedad.

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